miércoles, 17 de abril de 2013

El último destello




Por Bibi Pacilio.
(basado en «Elúltimo destello»)

Sherezada no respondió a los requerimientos del Sultán. Durante mil y una noches, su voz memoriosa se había adueñado de los pensamientos de su futuro asesino, mas aunque su mudez cambiaría el rumbo de los acontecimientos, se sumió en un profundo y peligroso silencio.
—Gentil sultana —le dijo antes que el rayo entrara por la ventana— tiempo hace que vuestras narraciones me divierten y han ido apaciguando mi cólera pero no puedo renunciar a la ley cruel que me impusiera, si tus dulces labios no me entregan el final de tan atrayente historia…
La doncella solo lo miró y cayendo con la fuerza del viento sobre la cama esperó con los labios entreabiertos que el último beso que su boca derramada poseyera el poderío de sus palabras.
Lo amaba sin saber que aquella noche sellaría el destino de los hombres que vendrían.
Schahriar, así se llamaba él, no esperó la claridad del día, tampoco ordenó  su ejecución como cuentan las crónicas de los Sasanidas, solo la tomó en sus brazos y con los últimos vestigios de la ira consumida le arrancó el corazón con sus propias manos. Después ordenó colocarlo en un cofre de cristal  que acompañó su tristeza hasta el fin de sus días.
Hacía mucho que no llovía en Buenos Aires pero para una mujer enamorada el agua que corre por las ventanas se desliza lenta entre los ojos hasta caer y renacer, sonar y merodear lejos del tiempo, para caer muy lejos de efímeros instantes.

Abrió la puerta y lo vio como nunca lo había imaginado, tantas veces imaginado. Estaba helado como el hielo de sus ojos, azules por supuesto, sin embargo sus manos de mujer no se negaron a tocarlo. Aquella noche tormentosa, la que nunca fue, ella supo de sus miedos y él solo esperó el momento para sonreír triste y largamente.
Brindaron por los días que vendrían, por las manos que al pegarse, una a una, completaban el encanto de las pieles, entonces él le pidió una historia… “Contame un cuento que nunca le hayas contado a nadie”, le dijo.
Tal vez si Sherezada le hubiera dicho al Sultán que  los descendientes de Alí Babá nunca encontraron la cueva, ella hubiera podido vivir un día más y otro y otro… Pero aquella mariposa que sobrevoló Oriente cambió el destino de los amantes de Occidente y entonces antes de irse para siempre él la mató. Tomo su corbata percudida y apretó con fuerzas sobre el cuello de la mujer que amaba, no emitió sonido alguno  y solo cerró la puerta después de verla inerte sobre la alfombra. La misma que había elegido para hacerle el amor alguna vez, cuando un rayo entró por la ventana.

4 comentarios:

  1. Por lo general, las mismas historias se repiten una y otra y otra vez... Y lo bueno es nuestra capacidad de reinventarlas y reinterpretarlas. Creo que en este caso, una historia a través de muchos años ha dado un relato genial. ¡Muy bueno Bibi!

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  2. El ayer y el hoy, el pasado y el presente, en perfecta conjunción de romanticismo, drama y muerte. Y el ensueño sobrevolando tus letras.
    Muy bueno, Bibi.
    ¡Saludos!

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  3. Leyendo me doy cuenta que hasta la muerte pasa desapercibida ,poéticamente permitida.
    Gracias Juan y Pájaro por entrar en este vuelo sin tiempo y sin espacio.

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  4. Sherezada del siglo XXI... me sedujo como al sultán. Un delicioso relato de los que sabes escribir. Excelente!

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